Después de la correspondiente deliberación entre los miembros del jurado, anunciamos que han resultado premiados en el XXXI Certamen Literario del IES Aljada las siguientes alumnas:
CATEGORÍA B:
PRIMER PREMIO: MARÍA BUENDÍA, de 1º de Bachillerato D
ACCÉSIT: SELENA SOLER RAMÍREZ, de 2º de Bachillerato CI
ADEMÁS, SON PREMIADAS CON MENCIÓN ESPECIAL LAS SIGUIENTES ALUMNAS:
DANIELA BIBIANA DE LA ASUNCIÓN GONZÁLEZ, de 2º de ESO B
ÁNGELA ALARCÓN TORRALBA, de 1º de ESO E
AINHOA MARTÍNEZ ESCUDERO, de 3º de ESO D
AYA SOULAF DAIF FAHAOUI, de 3º de ESO D
Las premiadas recibieron sus premios de manos de sus profesoras de Lengua el pasado miércoles, 23 de febrero en una ceremonia que tuvo lugar en la biblioteca durante el recreo.
¡ENHORABUENA!
Os animamos a participar en las próximas convocatorias de nuestro certamen, que volverá puntualmente cada curso con el invierno.
Publicamos los textos premiados a continuación para que todo el mundo pueda disfrutar con ellos. Os recordamos que este curso el tema del certamen era: "La pobreza" ( relacionado con el ODS 1, "El fin de la pobreza").
¡FELIZ LECTURA A TODOS!
PRIMER PREMIO: MARÍA BUENDÍA, de 1º de Bachillerato D
La
pobreza depende de tu perspectiva
ACCÉSIT: SELENA SOLER RAMÍREZ, de 2º de Bachillerato CI
RICO EN DINERO, POBRE EN ALMA.
Samira acaba de llegar a España. Es una de ellas, una refugiada, muchos tristemente solo la ven como alguien que en un futuro robará el trabajo de sus hijos. Samira no es capaz de comprender los insultos que recibe por la calle, ella solo quiere vivir una vida normal, ha sufrido varios bombardeos en su ciudad natal y ha tenido que dejar atrás a su mejor amiga Alma todo para montarse en una patera con su familia sin saber si lograrán sobrevivir Samira perdió en el trayecto a su hermano menor, Anasse y a su prima Fátima de 10 años. Esta es su historia, la historia de una adolescente que está harta de ver injusticias, la historia de quien ha perdido todo a una temprana edad , la historia de cómo la pobreza te hace sacar tu lado más humano.
Lunes 23 de enero de 2018, Madrid
Samira se despierta en la cama del apartamento que le han proporcionado a sus padres, Amal y Morad. Hace tan solo dos semanas desde que lograron llegar a España y fueron destinados a la ciudad de Madrid. Le han comunicado que en dos días va a empezar a asistir a un instituto próximo al apartamento y ya tiene una alumna asignada para hacerle su llegada más agradable.
Ella tiene algo de miedo, dejó de asistir a su escuela hace un año, cuando empezaron los bombardeos a escuelas cercanas a la suya, sus padres le prohibieron ir y tuvo que quedarse en casa repasando lo que sabía, por eso tiene miedo de sentirse inferior, de que se burlen de ella si no sabe algo.
Sale de la habitación blanca a la que le gustaría llamar “habitación”, pero siente que tarde o temprano tendrán que irse y no quiere cogerle cariño. Se dirige hacia donde está su madre y está se percata de que algo le ocurre a su pequeña.
*Conversación en árabe traducida *
-¿Qué sucede, Samira, no estás contenta de poder volver a ir a la escuela ?- preguntó la madre mientras bebía un poco del café que días antes los voluntarios de la Cruz Roja habían dejado junto con otros alimentos básicos .
-Mamá, tengo miedo de no ser como esos niños, tengo miedo de que se rían de mí. Si me cuesta entender el español, ¿cómo voy a aprender algo?- una lágrima cae sobre su mejilla y rápidamente su madre posa su mano sobre esta y le da un beso.
-Claro que no eres como los otros niños, eres una superviviente, una luchadora, hemos sobrevivido a la guerra y ahora estamos en un lugar mejor. Tu hermano estaría muy orgulloso si viera que su pequeña protegida va a asistir a la escuela, ya sabes que te digo siempre …
-Ya lo sé, madre, tengo que aprovechar y estudiar para ser alguien y no acabar como vosotros que vais a tener que hacer trabajos que nadie quiere por un sueldo mísero- su madre la mira y le sonríe.
-Llevamos sin trabajar mucho tiempo, ya nos da igual el trabajo, sólo queremos un poco de dinero para sobrevivir.
Samira pensó para sí misma que era una injusticia que sus padres tuvieran que realizar trabajos inhumanos por un salario que apenas les dejara vivir, cosa que le hacía sentirse egoísta, el pensamiento de que sus padres estarían dejándose la espalda en aquella fábrica mientras ella estaría sentada en un pupitre en la escuela no le dejaba dormir por las noches. Su madre le dijo que le daba igual si ella recibía la educación que se le negó cuando tenía su edad.
Por la tarde fue con su hermano mayor y su madre a una asociación del barrio donde días anteriores los Servicios de protección al Inmigrante les habían indicado que debían ir para recoger material escolar recogido en la última campaña contra la falta de recursos en las aulas. Samira se sentía como un bicho raro. En la cola la mayoría eran como ella: niños y niñas que habían huido de la guerra de sus respectivos países en busca de una vida mejor, agarrados de la mano de sus madres o padres pero, un grupo de mujeres de unos sesenta años de piel mucho más pálida que la suya no paraba de mirarlos con odio y recelo. Una de las mujeres dijo en voz alta “¡Hay que ver, vienen a nuestro país a “chupar del bote” y encima les regalan cosas!”. Probablemente ese fue uno de los primeros episodios racistas que sufrió Samira tras llegar a España. Ella reprimió las ganas de contestarle a esa señora que ella no quería ser sacada de su país porque sabía que si se quedaba , iba a ser asesinada tarde o temprano. Quiso decirle que ella solo quería un papel y lápiz para dibujar a sus amigos, ya que tarde o temprano sus rostros iban a empezar a desaparecer.
Todos callaron ante aquellos comentarios y esperaron en silencio la cola. Al final del día Samira tenía en sus manos lo que tanto quería: un cuaderno morado de cuadrados , unos colores y un lápiz. Estaba un poco nerviosa , esa noche no durmió y rezó para que al día siguiente la gente fuera buena con ella.
Martes 24 de enero de 2018, Madrid.
Samira escondió su cabello oscuro tras su hijab amarillo mostaza , el único que pudo llevar consigo. Lleva puesto unos vaqueros azules, una sudadera negra y unos zapatos Adidas que le dieron cuando llegó. Cogió la mochila ya llena de sus útiles escolares y se dirigió a la cocina dónde su madre le había dejado el desayuno hecho antes de irse. Sonrió al ver una nota donde le deseaban suerte en su primer día .
Fue caminando puesto que el instituto al que iba estaba a dos calles . Empezaría 2º de ESO , aunque tuviera 15 años; la dirección consideró que era mejor que repitiese un curso ya que ella estuvo un año sin recibir clases. Cuando entró una mujer de unos cuarenta años estaba esperándola con una sonrisa.
-¡Hola, me llamo Esther y soy la directora! Debes de ser Samira Ezzarouki – asintió y la acompañó dentro, dirigiéndose a su despacho donde una chica rubia, algo bajita y pálida estaría esperándola. Supuso que ella iba a ser la niña que la ayudaría a integrarse.
-Esta es Alexandra Ivánova, es de tu edad y también viene de fuera; Alexandra viene de Rusia y lleva ya un par de años en el centro- la niña sonrió cálidamente y Samira le devolvió la sonrisa.- Os dejo solas y ya ella te guiará, espero que lo pases bien en tu primer día.
Samira siguió a Alexandra que le había dicho que algunas personas de su clase se burlaban de los alumnos que llegaban de países como el de Samira, pero nunca de países como el suyo. Samira no entendió el porqué, pero solo le ofreció un gracias por advertirla .
Cuando entraron por la puerta todos se quedaron impactados
Algunos sonrieron a Samira, otros cuchichearon entre ellos, pero la reacción que más le impactó fue un comentario de un chaval que parecía dos años mayor, probablemente repetidor, con una mirada de odio que dijo “Otra mora de * más”. Samira no entendía por qué le decía eso, hasta que en el cambio de clase una chica palestina llamada Chayma , le explico que ese chico se llamaba Carlos, era repetidor (como ella sospechaba) y se creía superior solo porque su padre era el dueño de una cadena de gimnasios de la zona, por lo que tenía el suficiente dinero para creerse superior al resto, sobre todo a los inmigrantes; su padre desde niño le había enseñado que con un poco de dinero cualquiera podría ser de su propiedad . Samira ya había visto esa mirada antes, en la guerra pudo verla en las caras de los soldados del bando contrario, miradas cargadas del peor veneno del mundo: el odio. Personas vacías e inseguras que disfrutan del sufrimiento ajeno.
Ese día se dijo a sí misma que no permitiría que nada ni nadie se burlase de ella y de su ciudad natal, porque estaba orgullosa de quien era y nada ni nadie le haría sentir mal.
Unos meses más tarde se encontraban en clase de tutoría y se disponían a realizar equipos para jugar al Trivial. Samira había hecho un par de amigos, pero seguía recibiendo insultos por parte de algunos chicos de clase. Se habían enterado de a qué se dedicaban los padres de Samira y habían usado eso como base para sus insultos.
Justo quedaban Samira y otra chica llamada Alba , el equipo dónde estaban los amigos de Samira querían escogerla, pero Carlos, el cual también iba en su equipo, les detuvo diciendo :
-No veis que es una analfabeta , que se ha pasado toda su vida en un pueblo perdido, que ni sabe español del todo. ¿Cómo vamos a tener una analfabeta, os habéis vuelto locos?- esa fue la gota que colmó el vaso en la paciencia tan inmensa que había tenido a lo largo de estos meses.
Samira tuvo que contestar.
-Creo que poseo los mismos conocimientos que tú e incluso más y podía ser de gran ayuda pero estas tan cegado en tu odio hacia mí y la gente que desgraciadamente no posee tu poder adquisitivo. Todos se quedaron en shock.
-¿Quieres que te deje en ridículo? Para mí sería un placer.
Samira aceptó .
Después de una hora de preguntas, Samira ganó por goleada y todos sus compañeros la felicitaron, salvo Carlos.
-¿Tan mal perdedor eres que no sabes aceptar una derrota?- preguntó Samira, indignada.
-No tengo nada que demostrar a una pobre como tú, el dinero de mi padre podría comprar a toda tu familia si quisiera.
Y ahí fue dónde todo cuadró en la cabeza de Samira : Carlos quizás fuese rico pero de mente y alma era pobre, el dinero no compraba el intelecto ni el ser buena persona y eso era algo que la gente como Samira, sus padres y muchas más personas poseían.
-Seré pobre de bolsillo, pero nunca seré pobre de corazón y de inteligencia, cosa que tú no puedes decir, porque prefiero no tener nada económicamente hablando si tengo mi libertad, salud, familia que me quiere y mi mente. He pasado mucho tiempo de mi vida siendo humillada por ser como soy y nadie más va a meterse conmigo.
A partir de ese día, Samira luchó por sus derechos y a día de hoy se dedica a ofrecer conferencias, donando el dinero ganado a asociaciones como Save The Children.
“La felicidad está más con el pobre que considera que tiene bastante que con el rico, que nunca cree que tiene bastante.”
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