Presentamos el blog

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Un grupo de profesores y profesoras muy próximos a la Biblioteca tomamos la iniciativa de confeccionar este blog que se presenta con la finalidad de compartir experiencias en torno a la lectura. Es intención de los creadores de este blog que sea abierto a toda la Comunidad Educativa, tanto en la confección de las entradas como en los comentarios que puedan hacerse sobre los temas que se traten. Os invitamos a participar y convertiros en sus protagonistas.

miércoles, 23 de febrero de 2022

PREMIADOS EN EL XXXI CERTAMEN DE RELATO BREVE DEL IES ALJADA

 Después de la correspondiente deliberación entre los miembros del jurado, anunciamos que han resultado premiados en el XXXI Certamen Literario del IES Aljada las siguientes alumnas:


CATEGORÍA B:

PRIMER PREMIO: MARÍA BUENDÍA, de 1º de Bachillerato D

ACCÉSIT: SELENA SOLER RAMÍREZ, de 2º de Bachillerato CI

ADEMÁS, SON PREMIADAS CON MENCIÓN ESPECIAL LAS SIGUIENTES ALUMNAS: 

  • DANIELA BIBIANA DE LA ASUNCIÓN GONZÁLEZ, de 2º de ESO B

  • ÁNGELA ALARCÓN TORRALBA, de 1º de ESO E

  • AINHOA MARTÍNEZ ESCUDERO, de 3º de ESO D

  • AYA SOULAF DAIF FAHAOUI, de 3º de ESO D

Las premiadas recibieron sus premios de manos de sus profesoras de Lengua el pasado miércoles, 23 de febrero en una ceremonia que tuvo lugar en la biblioteca durante el recreo. 

¡ENHORABUENA!

Os animamos a participar en las próximas convocatorias de nuestro certamen, que volverá puntualmente cada curso con el invierno. 

Publicamos los textos premiados a continuación para que todo el mundo pueda disfrutar con ellos. Os recordamos que este curso el tema del certamen era: "La pobreza" ( relacionado con el ODS 1, "El fin de la pobreza"). 

¡FELIZ LECTURA A TODOS!




PRIMER PREMIO: MARÍA BUENDÍA, de 1º de Bachillerato D


La pobreza depende de tu perspectiva

Sí fui pobre. No me avergüenzo, ni cambiaría ni una sola cosa de la que viví. Todo eso soy yo. Porque somos vivencias, experiencias y recuerdos, tanto los buenos como los malos.

Ahora os voy a contar mi historia. Me he criado en una familia donde los recursos siempre habían sido los justos y necesarios para sobrevivir.
Cuando iba al colegio los niños me miraban con cierto desconcierto al llevar sandalias en Noviembre o las mallas un poco rasgadas.
Era una chica tímida, por lo que no he tenido demasiados amigos, por no decir ninguno. A este factor le añadimos el que las apariencias importan más que el corazón.

Seis años. Colegio nuevo, barrio nuevo y vida nueva. Me había mudado con mi abuela ya que mis padres no podían darme la vida que querían para mí. No me importaba no tener nada, yo quería quedarme con ellos. Muy a pesar me fui con mi abuela materna a vivir. Ella no es que tampoco tuviera demasiado, pero podía mantenerme mejor que mis progenitores. Residía en un barrio de clase media alta, vivía en una casa un tanto pintoresca, ya que se negó a venderla a la promotora que dominaba aquel barrio tan frívolo y superficial de Madrid.

El colegio quedaba a unas dos manzanas de la casa, por lo que el primer día me acompañó mi abuela. El ver a todos los niños ir de la mano de sus padres, tan perfectos, tan bonito todo, me deprimió un poco.

Mochilas nuevas, ropas preciosas y muñecas recién estrenadas. Sin embargo, mi mochila era de mi tía, la ropa de mis primas y las muñecas de mi madre, me parecían lo más. Cambiaron mi percepción en poco tiempo. Me cambiaron a mí.

Comentarios deshonestos, susurros que se colaban en mí como gritos, miradas que se clavaban en el alma y risas que provocaban llantos. Era diferente, eso fue lo que provocó la discrepancia entre la multitud.

Al principio, agachaba la cabeza, solo pedía pasar desapercibida. Pasaba las tardes refugiada entre libros, en la librería antigua de mi abuela, lo único que tenía aparte de la casa. El olor a libros, las páginas desgastadas y, la cantidad de historias que había dentro de ese papel con letras fueron mi compañía muchos años.

Soledad. Aprendí a convivir con ella mejor que con la sociedad. Me entendía, se adaptaba a mí y no dolía.

Fui creciendo con comentarios crueles a diario, algún empujón en el patio y un dolor constante en el pecho. En ese momento era una simple niña que solo quería ser feliz pero acabó renunciando a ese felicidad para dejar paso a una agonía que la inundó

Me dejé influenciar y ese fue mi mayor error. Caí en su trampa. Me empecé a creer lo que decían. Esos susurros se repetían una y otra vez en mi subconsciente. Me odié más que ellos me odiaban a mí. No hay peor enemiga que una misma.

Inseguridades. Las inseguridades te desestabilizan, se cuelan en ti y te hunden. En ese momento tenía una venda en los ojos y otra en el corazón, no veía ni sentía. Solo me preguntaba por qué no podía ser como ellos.

Llantos. Lloraba de noche, lloraba hasta quedarme dormida en los brazos de Morfeo. Lo que tiene llorar desconsoladamente es que te deja en un sueño profundo, similar a la muerte, no sientes nada.

No puedo decir exactamente en el momento que esto ocurrió pero algo cambió en mí. Esos susurros los convertí en gritos, decidí que ya había pasado demasiado tiempo entre las sombras, ahora me tocaba brillar. Da igual que mi ropa estuviese mullida o mis lápices estuviesen al límite, mi conocimiento intelectual era impecable.

Me corrijo y sí sé el momento en el que cambié mi vida.
5 de Abril. Era por la tarde y como de costumbre me encontraba escondida entre las estanterías de la librería. Entró una señora que por la voz diría que rondaba los 40 años. Me asomé sigilosamente entre los libros porque el gato mató a la curiosidad y, yo era un gato muy curioso. Se acercó a una estantería donde había anuncios que la gente dejaba y depositó unos folletos de un concurso muy prestigioso que se celebraba en la capital por el día del libro.

Nada más salir la señora, me lancé a los folletos y cogí uno. Lo leí y releí, hasta el papel ya estaba desgastado y las marcas de doblarlo casi lo resquebrajaban.
Era un concurso de escritura de temática la pobreza. La primera vez que lo leí me tembló tanto el pulso que se me cayó el papel al suelo, una lágrima silenciosa rodó por mi mejilla. Estaba indecisa porque este tema era como cristales afilados que iban directos al corazón. El premio fue lo que hizo que dejara mis inseguridades a un lado y me lanzara, un curso de escritura creativa con autores influyentes y la edición de un libro.

La pobreza era algo que me afectaba de lleno. Al principio me costó reconocer que era pobre, me costó afrontarlo y darme cuenta de que no era nada malo reconocer que económicamente no tenía mucho pero que tenía mucho que dar, como dice la típica frase el dinero no lo es todo.

Una de las preguntas que se planteaba era “¿Qué es para ti la pobreza?”
Para mí, ser pobre no son solo los niños de África o los indigentes, ser pobre también es quedarte a veces con hambre, ir a Caritas una vez a la semana, a veces ir al colegio sin desayunar, llevar ropa prestada, ver a tu abuela llorar en silencio por las noches…
Esa es la realidad, hay gente que sufre como yo lo hacía en silencio, se recogen las lágrimas que han derramado y siguen hacia delante porque no les queda otra.
Las personas asimilamos la pobreza de forma tan normal y tan cotidiana que da miedo.
Me asusta ver como cada vez somos más egoístas y nos preocupamos menos por los demás, no nos importa empujarnos por el camino para llegar al objetivo. Un objetivo envenenado, que solo satisface un período corto de tiempo y, luego queremos más y más y más. ¿Hay límite? ¿Se cansarán algún día de pedir y la empatía remplazará esa ambición desmedida?

Ese día me vino la inspiración en mi lugar favorito, tú ya sabes cuál es. En ese momento leía Mujercitas de May Alcott. El momento en el que Jo y su hermana se encuentran en la playa y su hermana le pide que escriba por ella. Se me encendió la bombilla y pensé ¿para quién escribo yo? simultáneamente apareció la respuesta como una vocecilla: “Escribo para que me oigan, para despertar a la sociedad del letargo en el que se encuentran”

Conté mi historia, una historia diferente, dolorosa pero real. Esa niña que vivía en una realidad cruel, esa que no te deja ser inocente y te arrebata tu niñez, siendo un adulto en cuerpo de niña. Había sido una niña infeliz durante muchos años, vivía en las sombras y me escondía tanto en ellas que me consumían poco a poco. Mientras escribía mi historia las lágrimas deambulaban por mis mejillas sin control, desconecté de todo y solo nos quedamos las palabras y yo.

Entregué ese relato, mi secreto más preciado. Me expuse a que la gente me juzgara, a fracasar, pero el fracaso y el triunfo se encuentran muy juntos. Por primera vez decidí arriesgarme, como dicen si no arriesgas no ganas y, gané. Gané y lloré de alegría, lloré porque juzgaron mi trabajo y no mis apariencias. Para mí ese fue el mayor premio.

Al principio, te dije que no cambiaría nada de lo que viví, la explicación a eso es porque uno tiene que perderse para encontrarse. Yo estaba perdida, sentía que no tenía sentido en esta vida, pero solo hace falta encontrar tu hueco en ella. Aprendí a valorarme, a quererme y a no juzgar porque el corazón guarda grandes misterios, yo era el ejemplo de ello. Como dice mi libro favorito, El Principito, “La gente no es pobre por cómo vive… es pobre por cómo piensa” porque tú decides como quieres escribir tu historia, yo de ti la haría con un final feliz.

  

 




ACCÉSIT: SELENA SOLER RAMÍREZ, de 2º de Bachillerato CI


 RICO EN DINERO, POBRE EN ALMA.

Samira acaba de llegar a España. Es una de ellas, una refugiada, muchos tristemente solo la ven como alguien que en un futuro robará el trabajo de sus hijos. Samira no es capaz de comprender los insultos que recibe por la calle, ella solo quiere vivir una vida normal, ha sufrido varios bombardeos en su ciudad natal y ha tenido que dejar atrás a su mejor amiga Alma todo para montarse en una patera con su familia sin saber si lograrán sobrevivir Samira perdió en el trayecto a su hermano menor, Anasse y a su prima Fátima de 10 años. Esta es su historia, la historia de una adolescente que está harta de ver injusticias, la historia de quien ha perdido todo a una temprana edad , la historia de cómo la pobreza te hace sacar tu lado más humano.

Lunes 23 de enero de 2018, Madrid 

Samira se despierta en la cama del apartamento que le han proporcionado a sus padres, Amal y Morad. Hace tan solo dos semanas desde que lograron llegar a España y fueron destinados a la ciudad de Madrid. Le han comunicado que en dos días va a empezar a asistir a un instituto próximo al apartamento y ya tiene una alumna asignada para hacerle su llegada más agradable.

Ella tiene algo de miedo, dejó de asistir a su escuela hace un año, cuando empezaron los bombardeos a escuelas cercanas a la suya, sus padres le prohibieron ir y tuvo que quedarse en casa repasando lo que sabía, por eso tiene miedo de sentirse inferior, de que se burlen de ella si no sabe algo.

Sale de la habitación blanca a la que le gustaría llamar “habitación”, pero siente que tarde o temprano tendrán que irse y no quiere cogerle cariño. Se dirige hacia donde está su madre y está se percata de que algo le ocurre a su pequeña.

*Conversación en árabe traducida * 

-¿Qué sucede, Samira, no estás contenta de poder volver a ir a la escuela ?- preguntó la madre mientras bebía un poco del café que días antes los voluntarios de la Cruz Roja habían dejado junto con otros alimentos básicos .

-Mamá, tengo miedo de no ser como esos niños, tengo miedo de que se rían de mí. Si me cuesta entender el español, ¿cómo voy a aprender algo?- una lágrima cae sobre su mejilla y rápidamente su madre posa su mano sobre esta y le da un beso.

-Claro que no eres como los otros niños, eres una superviviente, una luchadora, hemos sobrevivido a la guerra y ahora estamos en un lugar mejor. Tu hermano estaría muy orgulloso si viera que su pequeña protegida va a asistir a la escuela, ya sabes que te digo siempre …

-Ya lo sé, madre, tengo que aprovechar y estudiar para ser alguien y no acabar como vosotros que vais a tener que hacer trabajos que nadie quiere por un sueldo mísero- su madre la mira y le sonríe. 

-Llevamos sin trabajar mucho tiempo, ya nos da igual el trabajo, sólo queremos un poco de dinero para sobrevivir.

Samira pensó para sí misma que era una injusticia que sus padres tuvieran que realizar trabajos inhumanos por un salario que apenas les dejara vivir, cosa que le hacía sentirse egoísta, el pensamiento de que sus padres estarían dejándose la espalda en aquella fábrica mientras ella estaría sentada en un pupitre en la escuela no le dejaba dormir por las noches. Su madre le dijo que le daba igual si ella recibía la educación que se le negó cuando tenía su edad. 

Por la tarde fue con su hermano mayor y su madre a una asociación del barrio donde días anteriores los Servicios de protección al Inmigrante les habían indicado que debían ir para recoger material escolar recogido en la última campaña contra la falta de recursos en las aulas. Samira se sentía como un bicho raro. En la cola la mayoría eran como ella: niños y niñas que habían huido de la guerra de sus respectivos países en busca de una vida mejor, agarrados de la mano de sus madres o padres pero, un grupo de mujeres de unos sesenta años de piel mucho más pálida que la suya no paraba de mirarlos con odio y recelo. Una de las mujeres dijo en voz alta “¡Hay que ver, vienen a nuestro país a “chupar del bote” y encima les regalan cosas!”. Probablemente ese fue uno de los primeros episodios racistas que sufrió Samira tras llegar a España. Ella reprimió las ganas de contestarle a esa señora que ella no quería ser sacada de su país porque sabía que si se quedaba , iba a ser asesinada tarde o temprano. Quiso decirle que ella solo quería un papel y lápiz para dibujar a sus amigos, ya que tarde o temprano sus rostros iban a empezar a desaparecer.

Todos callaron ante aquellos comentarios y esperaron en silencio la cola. Al final del día Samira tenía en sus manos lo que tanto quería: un cuaderno morado de cuadrados , unos colores y un lápiz. Estaba un poco nerviosa , esa noche no durmió y rezó para que al día siguiente la gente fuera buena con ella.

Martes 24 de enero de 2018, Madrid.

Samira escondió su cabello oscuro tras su hijab amarillo mostaza , el único que pudo llevar consigo. Lleva puesto unos vaqueros azules, una sudadera negra y unos zapatos Adidas que le dieron cuando llegó. Cogió la mochila ya llena de sus útiles escolares y se dirigió a la cocina dónde su madre le había dejado el desayuno hecho antes de irse. Sonrió al ver una nota donde le deseaban suerte en su primer día .

Fue caminando puesto que el instituto al que iba estaba a dos calles . Empezaría 2º de ESO , aunque tuviera 15 años; la dirección consideró que era mejor que repitiese un curso ya que ella estuvo un año sin recibir clases. Cuando entró una mujer de unos cuarenta años estaba esperándola con una sonrisa.

-¡Hola, me llamo Esther y soy la directora! Debes de ser Samira Ezzarouki – asintió y la acompañó dentro, dirigiéndose a su despacho donde una chica rubia, algo bajita y pálida estaría esperándola. Supuso que ella iba a ser la niña que la ayudaría a integrarse.

-Esta es Alexandra Ivánova, es de tu edad y también viene de fuera; Alexandra viene de Rusia y lleva ya un par de años en el centro- la niña sonrió cálidamente y Samira le devolvió la sonrisa.- Os dejo solas y ya ella te guiará, espero que lo pases bien en tu primer día.

Samira siguió a Alexandra que le había dicho que algunas personas de su clase se burlaban de los alumnos que llegaban de países como el de Samira, pero nunca de países como el suyo. Samira no entendió el porqué, pero solo le ofreció un gracias por advertirla .

Cuando entraron por la puerta todos se quedaron impactados

Algunos sonrieron a Samira, otros cuchichearon entre ellos, pero la reacción que más le impactó fue un comentario de un chaval que parecía dos años mayor, probablemente repetidor, con una mirada de odio que dijo “Otra mora de * más”. Samira no entendía por qué le decía eso, hasta que en el cambio de clase una chica  palestina llamada Chayma , le explico que ese chico se llamaba Carlos, era repetidor (como ella sospechaba) y se creía superior solo porque su padre era el dueño de una cadena de gimnasios de la zona, por lo que tenía el suficiente dinero para creerse superior al resto, sobre todo a los inmigrantes; su padre desde niño le había enseñado que con un poco de dinero cualquiera podría ser de su propiedad . Samira ya había visto esa mirada antes, en la guerra pudo verla en las caras de los soldados del bando contrario, miradas cargadas del peor veneno del mundo: el odio. Personas vacías e inseguras que disfrutan del sufrimiento ajeno.

Ese día se dijo a sí misma que no permitiría que nada ni nadie se burlase de ella y de su ciudad natal, porque estaba orgullosa de quien era y nada ni nadie le haría sentir mal.

Unos meses más tarde se encontraban en clase de tutoría y se disponían a realizar equipos para jugar al Trivial. Samira había hecho un par de amigos, pero seguía recibiendo insultos por parte de algunos chicos de clase. Se habían enterado de a qué se dedicaban los padres de Samira y habían usado eso como base para sus insultos.

Justo quedaban Samira y otra chica llamada Alba , el equipo dónde estaban los amigos de Samira querían escogerla, pero Carlos, el cual también iba en su equipo, les detuvo diciendo :

-No veis que es una analfabeta , que se ha pasado toda su vida en un pueblo perdido, que ni sabe español del todo. ¿Cómo vamos a tener una analfabeta, os habéis vuelto locos?- esa fue la gota que colmó el vaso en la paciencia tan inmensa que había tenido  a lo largo de estos meses. 

Samira tuvo que contestar.

-Creo que poseo los mismos conocimientos que tú e incluso más y podía ser de gran ayuda pero estas tan cegado en tu odio hacia mí y la gente que desgraciadamente no posee tu poder adquisitivo. Todos se quedaron en shock.

-¿Quieres que te deje en ridículo? Para mí sería un placer.

Samira aceptó .

Después de una hora de preguntas, Samira ganó por goleada y todos sus compañeros la felicitaron, salvo Carlos.

-¿Tan mal perdedor eres que no sabes aceptar una derrota?- preguntó Samira, indignada.

-No tengo nada que demostrar a una pobre como tú, el dinero de mi padre  podría comprar a  toda tu familia si quisiera.

Y ahí fue dónde todo cuadró en la cabeza de Samira : Carlos quizás fuese rico pero de mente y alma era pobre, el dinero no compraba el intelecto ni el ser  buena persona y eso era algo que la gente como Samira, sus padres y muchas más personas poseían.

-Seré pobre de bolsillo, pero nunca seré pobre de corazón y de inteligencia, cosa que tú no puedes decir, porque prefiero no tener nada económicamente hablando si tengo mi libertad, salud, familia que me quiere y mi mente. He pasado mucho tiempo de mi vida siendo  humillada por ser como soy y nadie más va a meterse conmigo.

A partir de ese día, Samira luchó por sus derechos y a día de hoy se dedica a ofrecer conferencias, donando el dinero ganado a asociaciones como Save The Children.

La felicidad está más con el pobre que considera que tiene bastante que con el rico, que nunca cree que tiene bastante.”




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