Después de la correspondiente deliberación entre los miembros del jurado, anunciamos que han resultado premiados en el XXXI Certamen Literario del IES Aljada las siguientes alumnas:
CATEGORÍA B:
PRIMER PREMIO: MARÍA BUENDÍA, de 1º de Bachillerato D
ACCÉSIT: SELENA SOLER RAMÍREZ, de 2º de Bachillerato CI
ADEMÁS, SON PREMIADAS CON MENCIÓN ESPECIAL LAS SIGUIENTES ALUMNAS:
DANIELA BIBIANA DE LA ASUNCIÓN GONZÁLEZ, de 2º de ESO B
ÁNGELA ALARCÓN TORRALBA, de 1º de ESO E
AINHOA MARTÍNEZ ESCUDERO, de 3º de ESO D
AYA SOULAF DAIF FAHAOUI, de 3º de ESO D
Las premiadas recibieron sus premios de manos de sus profesoras de Lengua el pasado miércoles, 23 de febrero en una ceremonia que tuvo lugar en la biblioteca durante el recreo.
¡ENHORABUENA!
Os animamos a participar en las próximas convocatorias de nuestro certamen, que volverá puntualmente cada curso con el invierno.
Publicamos los textos premiados a continuación para que todo el mundo pueda disfrutar con ellos. Os recordamos que este curso el tema del certamen era: "La pobreza" ( relacionado con el ODS 1, "El fin de la pobreza").
¡FELIZ LECTURA A TODOS!
PRIMER PREMIO: MARÍA BUENDÍA, de 1º de Bachillerato D
La
pobreza depende de tu perspectiva
Sí
fui pobre. No me avergüenzo, ni cambiaría ni una sola cosa de la
que viví. Todo eso soy yo. Porque somos vivencias, experiencias y
recuerdos, tanto los buenos como los malos.
Ahora
os voy a contar mi historia. Me he criado en una familia donde los
recursos siempre habían sido los justos y necesarios para
sobrevivir.
Cuando
iba al colegio los niños me miraban con cierto desconcierto al
llevar sandalias en Noviembre o las mallas un poco rasgadas.
Era
una chica tímida, por lo que no he tenido demasiados amigos, por no
decir ninguno. A este factor le añadimos el que las apariencias
importan más que el corazón.
Seis
años. Colegio nuevo, barrio nuevo y vida nueva. Me había mudado con
mi abuela ya que mis padres no podían darme la vida que querían
para mí. No me importaba no tener nada, yo quería quedarme con
ellos. Muy a pesar me fui con mi abuela materna a vivir. Ella no es
que tampoco tuviera demasiado, pero podía mantenerme mejor que mis
progenitores. Residía en un barrio de clase media alta, vivía en
una casa un tanto pintoresca, ya que se negó a venderla a la
promotora que dominaba aquel barrio tan frívolo y superficial de
Madrid.
El
colegio quedaba a unas dos manzanas de la casa, por lo que el primer
día me acompañó mi abuela. El ver a todos los niños ir de la mano
de sus padres, tan perfectos, tan bonito todo, me deprimió un
poco.
Mochilas
nuevas, ropas preciosas y muñecas recién estrenadas. Sin embargo,
mi mochila era de mi tía, la ropa de mis primas y las muñecas de mi
madre, me parecían lo más. Cambiaron mi percepción en poco tiempo.
Me cambiaron a mí.
Comentarios
deshonestos, susurros que se colaban en mí como gritos, miradas que
se clavaban en el alma y risas que provocaban llantos. Era diferente,
eso fue lo que provocó la discrepancia entre la multitud.
Al
principio, agachaba la cabeza, solo pedía pasar desapercibida.
Pasaba las tardes refugiada entre libros, en la librería antigua de
mi abuela, lo único que tenía aparte de la casa. El olor a libros,
las páginas desgastadas y, la cantidad de historias que había
dentro de ese papel con letras fueron mi compañía muchos
años.
Soledad.
Aprendí a convivir con ella mejor que con la sociedad. Me entendía,
se adaptaba a mí y no dolía.
Fui
creciendo con comentarios crueles a diario, algún empujón en el
patio y un dolor constante en el pecho. En ese momento era una simple
niña que solo quería ser feliz pero acabó renunciando a ese
felicidad para dejar paso a una agonía que la inundó
Me
dejé influenciar y ese fue mi mayor error. Caí en su trampa. Me
empecé a creer lo que decían. Esos susurros se repetían una y otra
vez en mi subconsciente. Me odié más que ellos me odiaban a mí. No
hay peor enemiga que una misma.
Inseguridades.
Las inseguridades te desestabilizan, se cuelan en ti y te hunden. En
ese momento tenía una venda en los ojos y otra en el corazón, no
veía ni sentía. Solo me preguntaba por qué no podía ser como
ellos.
Llantos.
Lloraba de noche, lloraba hasta quedarme dormida en los brazos de
Morfeo. Lo que tiene llorar desconsoladamente es que te deja en un
sueño profundo, similar a la muerte, no sientes nada.
No
puedo decir exactamente en el momento que esto ocurrió pero algo
cambió en mí. Esos susurros los convertí en gritos, decidí que ya
había pasado demasiado tiempo entre las sombras, ahora me tocaba
brillar. Da igual que mi ropa estuviese mullida o mis lápices
estuviesen al límite, mi conocimiento intelectual era impecable.
Me
corrijo y sí sé el momento en el que cambié mi vida.
5
de Abril. Era por la tarde y como de costumbre me encontraba
escondida entre las estanterías de la librería. Entró una señora
que por la voz diría que rondaba los 40 años. Me asomé
sigilosamente entre los libros porque el gato mató a la curiosidad
y, yo era un gato muy curioso. Se acercó a una estantería donde
había anuncios que la gente dejaba y depositó unos folletos de un
concurso muy prestigioso que se celebraba en la capital por el día
del libro.
Nada
más salir la señora, me lancé a los folletos y cogí uno. Lo leí
y releí, hasta el papel ya estaba desgastado y las marcas de
doblarlo casi lo resquebrajaban.
Era
un concurso de escritura de temática la pobreza. La primera vez que
lo leí me tembló tanto el pulso que se me cayó el papel al suelo,
una lágrima silenciosa rodó por mi mejilla. Estaba indecisa porque
este tema era como cristales afilados que iban directos al corazón.
El premio fue lo que hizo que dejara mis inseguridades a un lado y me
lanzara, un curso de escritura creativa con autores influyentes y la
edición de un libro.
La
pobreza era algo que me afectaba de lleno. Al principio me costó
reconocer que era pobre, me costó afrontarlo y darme cuenta de que
no era nada malo reconocer que económicamente no tenía mucho pero
que tenía mucho que dar, como dice la típica frase el dinero no lo
es todo.
Una
de las preguntas que se planteaba era “¿Qué es para ti la
pobreza?”
Para
mí, ser pobre no son solo los niños de África o los indigentes,
ser pobre también es quedarte a veces con hambre, ir a Caritas una
vez a la semana, a veces ir al colegio sin desayunar, llevar ropa
prestada, ver a tu abuela llorar en silencio por las noches…
Esa
es la realidad, hay gente que sufre como yo lo hacía en silencio, se
recogen las lágrimas que han derramado y siguen hacia delante porque
no les queda otra.
Las
personas asimilamos la pobreza de forma tan normal y tan cotidiana
que da miedo.
Me
asusta ver como cada vez somos más egoístas y nos preocupamos menos
por los demás, no nos importa empujarnos por el camino para llegar
al objetivo. Un objetivo envenenado, que solo satisface un período
corto de tiempo y, luego queremos más y más y más. ¿Hay límite?
¿Se cansarán algún día de pedir y la empatía remplazará esa
ambición desmedida?
Ese
día me vino la inspiración en mi lugar favorito, tú ya sabes cuál
es. En ese momento leía Mujercitas de May Alcott. El momento en el
que Jo y su hermana se encuentran en la playa y su hermana le pide
que escriba por ella. Se me encendió la bombilla y pensé ¿para
quién escribo yo? simultáneamente apareció la respuesta como una
vocecilla: “Escribo para que me oigan, para despertar a la sociedad
del letargo en el que se encuentran”
Conté
mi historia, una historia diferente, dolorosa pero real. Esa niña
que vivía en una realidad cruel, esa que no te deja ser inocente y
te arrebata tu niñez, siendo un adulto en cuerpo de niña. Había
sido una niña infeliz durante muchos años, vivía en las sombras y
me escondía tanto en ellas que me consumían poco a poco. Mientras
escribía mi historia las lágrimas deambulaban por mis mejillas sin
control, desconecté de todo y solo nos quedamos las palabras y
yo.
Entregué
ese relato, mi secreto más preciado. Me expuse a que la gente me
juzgara, a fracasar, pero el fracaso y el triunfo se encuentran muy
juntos. Por primera vez decidí arriesgarme, como dicen si no
arriesgas no ganas y, gané. Gané y lloré de alegría, lloré
porque juzgaron mi trabajo y no mis apariencias. Para mí ese fue el
mayor premio.
Al
principio, te dije que no cambiaría nada de lo que viví, la
explicación a eso es porque uno tiene que perderse para encontrarse.
Yo estaba perdida, sentía que no tenía sentido en esta vida, pero
solo hace falta encontrar tu hueco en ella. Aprendí a valorarme, a
quererme y a no juzgar porque el corazón guarda grandes misterios,
yo era el ejemplo de ello. Como dice mi libro favorito, El
Principito, “La gente no es pobre por cómo vive… es pobre por
cómo piensa” porque tú decides como quieres escribir tu historia,
yo de ti la haría con un final feliz.
ACCÉSIT: SELENA SOLER RAMÍREZ, de 2º de Bachillerato CI
RICO
EN DINERO, POBRE EN ALMA.
Samira
acaba de llegar a España. Es una de ellas, una refugiada, muchos
tristemente solo la ven como alguien que en un futuro robará el
trabajo de sus hijos. Samira no es capaz de comprender los insultos
que recibe por la calle, ella solo quiere vivir una vida normal, ha
sufrido varios bombardeos en su ciudad natal y ha tenido que dejar
atrás a su mejor amiga Alma todo para montarse en una patera con su
familia sin saber si lograrán sobrevivir Samira perdió en el
trayecto a su hermano menor, Anasse y a su prima Fátima de 10 años.
Esta es su historia, la historia de una adolescente que está harta
de ver injusticias, la historia de quien ha perdido todo a una
temprana edad , la historia de cómo la pobreza te hace sacar tu lado
más humano.
Lunes
23 de enero de 2018, Madrid
Samira
se despierta en la cama del apartamento que le han proporcionado a
sus padres, Amal y Morad. Hace tan solo dos semanas desde que
lograron llegar a España y fueron destinados a la ciudad de Madrid.
Le han comunicado que en dos días va a empezar a asistir a un
instituto próximo al apartamento y ya tiene una alumna asignada para
hacerle su llegada más agradable.
Ella
tiene algo de miedo, dejó de asistir a su escuela hace un año,
cuando empezaron los bombardeos a escuelas cercanas a la suya, sus
padres le prohibieron ir y tuvo que quedarse en casa repasando lo que
sabía, por eso tiene miedo de sentirse inferior, de que se burlen de
ella si no sabe algo.
Sale
de la habitación blanca a la que le gustaría llamar “habitación”,
pero siente que tarde o temprano tendrán que irse y no quiere
cogerle cariño. Se dirige hacia donde está su madre y está se
percata de que algo le ocurre a su pequeña.
*Conversación
en árabe traducida *
-¿Qué
sucede, Samira, no estás contenta de poder volver a ir a la escuela
?- preguntó la madre mientras bebía un poco del café que días
antes los voluntarios de la Cruz Roja habían dejado junto con otros
alimentos básicos .
-Mamá,
tengo miedo de no ser como esos niños, tengo miedo de que se rían
de mí. Si me cuesta entender el español, ¿cómo voy a aprender
algo?- una lágrima cae sobre su mejilla y rápidamente su madre posa
su mano sobre esta y le da un beso.
-Claro
que no eres como los otros niños, eres una superviviente, una
luchadora, hemos sobrevivido a la guerra y ahora estamos en un lugar
mejor. Tu hermano estaría muy orgulloso si viera que su pequeña
protegida va a asistir a la escuela, ya sabes que te digo siempre …
-Ya
lo sé, madre, tengo que aprovechar y estudiar para ser alguien y no
acabar como vosotros que vais a tener que hacer trabajos que nadie
quiere por un sueldo mísero- su madre la mira y le sonríe.
-Llevamos
sin trabajar mucho tiempo, ya nos da igual el trabajo, sólo queremos
un poco de dinero para sobrevivir.
Samira
pensó para sí misma que era una injusticia que sus padres tuvieran
que realizar trabajos inhumanos por un salario que apenas les dejara
vivir, cosa que le hacía sentirse egoísta, el pensamiento de que
sus padres estarían dejándose la espalda en aquella fábrica
mientras ella estaría sentada en un pupitre en la escuela no le
dejaba dormir por las noches. Su madre le dijo que le daba igual si
ella recibía la educación que se le negó cuando tenía su edad.
Por
la tarde fue con su hermano mayor y su madre a una asociación del
barrio donde días anteriores los Servicios de protección al
Inmigrante les habían indicado que debían ir para recoger material
escolar recogido en la última campaña contra la falta de recursos
en las aulas. Samira se sentía como un bicho raro. En la cola la
mayoría eran como ella: niños y niñas que habían huido de la
guerra de sus respectivos países en busca de una vida mejor,
agarrados de la mano de sus madres o padres pero, un grupo de mujeres
de unos sesenta años de piel mucho más pálida que la suya no
paraba de mirarlos con odio y recelo. Una de las mujeres dijo en voz
alta “¡Hay que ver, vienen a nuestro país a “chupar del bote”
y encima les regalan cosas!”. Probablemente ese fue uno de los
primeros episodios racistas que sufrió Samira tras llegar a España.
Ella reprimió las ganas de contestarle a esa señora que ella no
quería ser sacada de su país porque sabía que si se quedaba , iba
a ser asesinada tarde o temprano. Quiso decirle que ella solo quería
un papel y lápiz para dibujar a sus amigos, ya que tarde o temprano
sus rostros iban a empezar a desaparecer.
Todos
callaron ante aquellos comentarios y esperaron en silencio la cola.
Al final del día Samira tenía en sus manos lo que tanto quería: un
cuaderno morado de cuadrados , unos colores y un lápiz. Estaba un
poco nerviosa , esa noche no durmió y rezó para que al día
siguiente la gente fuera buena con ella.
Martes
24 de enero de 2018, Madrid.
Samira
escondió su cabello oscuro tras su hijab amarillo mostaza , el único
que pudo llevar consigo. Lleva puesto unos vaqueros azules, una
sudadera negra y unos zapatos Adidas que le dieron cuando llegó.
Cogió la mochila ya llena de sus útiles escolares y se dirigió a
la cocina dónde su madre le había dejado el desayuno hecho antes de
irse. Sonrió al ver una nota donde le deseaban suerte en su primer
día .
Fue
caminando puesto que el instituto al que iba estaba a dos calles .
Empezaría 2º de ESO , aunque tuviera 15 años; la dirección
consideró que era mejor que repitiese un curso ya que ella estuvo un
año sin recibir clases. Cuando entró una mujer de unos cuarenta
años estaba esperándola con una sonrisa.
-¡Hola,
me llamo Esther y soy la directora! Debes de ser Samira Ezzarouki –
asintió y la acompañó dentro, dirigiéndose a su despacho donde
una chica rubia, algo bajita y pálida estaría esperándola. Supuso
que ella iba a ser la niña que la ayudaría a integrarse.
-Esta
es Alexandra Ivánova, es de tu edad y también viene de fuera;
Alexandra viene de Rusia y lleva ya un par de años en el centro- la
niña sonrió cálidamente y Samira le devolvió la sonrisa.- Os dejo
solas y ya ella te guiará, espero que lo pases bien en tu primer
día.
Samira
siguió a Alexandra que le había dicho que algunas personas de su
clase se burlaban de los alumnos que llegaban de países como el de
Samira, pero nunca de países como el suyo. Samira no entendió el
porqué, pero solo le ofreció un gracias por advertirla .
Cuando
entraron por la puerta todos se quedaron impactados
Algunos
sonrieron a Samira, otros cuchichearon entre ellos, pero la reacción
que más le impactó fue un comentario de un chaval que parecía dos
años mayor, probablemente repetidor, con una mirada de odio que dijo
“Otra mora de * más”. Samira no entendía por qué le decía
eso, hasta que en el cambio de clase una chica palestina
llamada Chayma , le explico que ese chico se llamaba Carlos, era
repetidor (como ella sospechaba) y se creía superior solo porque su
padre era el dueño de una cadena de gimnasios de la zona, por lo que
tenía el suficiente dinero para creerse superior al resto, sobre
todo a los inmigrantes; su padre desde niño le había enseñado que
con un poco de dinero cualquiera podría ser de su propiedad . Samira
ya había visto esa mirada antes, en la guerra pudo verla en las
caras de los soldados del bando contrario, miradas cargadas del peor
veneno del mundo: el odio. Personas vacías e inseguras que disfrutan
del sufrimiento ajeno.
Ese
día se dijo a sí misma que no permitiría que nada ni nadie se
burlase de ella y de su ciudad natal, porque estaba orgullosa de
quien era y nada ni nadie le haría sentir mal.
Unos
meses más tarde se encontraban en clase de tutoría y se disponían
a realizar equipos para jugar al Trivial. Samira había hecho un par
de amigos, pero seguía recibiendo insultos por parte de algunos
chicos de clase. Se habían enterado de a qué se dedicaban los
padres de Samira y habían usado eso como base para sus insultos.
Justo
quedaban Samira y otra chica llamada Alba , el equipo dónde estaban
los amigos de Samira querían escogerla, pero Carlos, el cual también
iba en su equipo, les detuvo diciendo :
-No
veis que es una analfabeta , que se ha pasado toda su vida en un
pueblo perdido, que ni sabe español del todo. ¿Cómo vamos a tener
una analfabeta, os habéis vuelto locos?- esa fue la gota que colmó
el vaso en la paciencia tan inmensa que había tenido a lo
largo de estos meses.
Samira
tuvo que contestar.
-Creo
que poseo los mismos conocimientos que tú e incluso más y podía
ser de gran ayuda pero estas tan cegado en tu odio hacia mí y la
gente que desgraciadamente no posee tu poder adquisitivo. Todos se
quedaron en shock.
-¿Quieres
que te deje en ridículo? Para mí sería un placer.
Samira
aceptó .
Después
de una hora de preguntas, Samira ganó por goleada y todos sus
compañeros la felicitaron, salvo Carlos.
-¿Tan
mal perdedor eres que no sabes aceptar una derrota?- preguntó
Samira, indignada.
-No
tengo nada que demostrar a una pobre como tú, el dinero de mi padre
podría comprar a toda tu familia si quisiera.
Y
ahí fue dónde todo cuadró en la cabeza de Samira : Carlos quizás
fuese rico pero de mente y alma era pobre, el dinero no compraba el
intelecto ni el ser buena persona y eso era algo que la gente
como Samira, sus padres y muchas más personas poseían.
-Seré
pobre de bolsillo, pero nunca seré pobre de corazón y de
inteligencia, cosa que tú no puedes decir, porque prefiero no tener
nada económicamente hablando si tengo mi libertad, salud, familia
que me quiere y mi mente. He pasado mucho tiempo de mi vida siendo
humillada por ser como soy y nadie más va a meterse conmigo.
A
partir de ese día, Samira luchó por sus derechos y a día de hoy se
dedica a ofrecer conferencias, donando el dinero ganado a
asociaciones como Save
The Children.
“La
felicidad está más con el pobre que considera que tiene bastante
que con el rico, que nunca cree que tiene bastante.”