El próximo lunes, 23 de abril, se celebra el Día del Libro. En el IES Aljada lo vamos a celebrar llenando los pasillos del instituto con poesía y música. Coordinados por las profesoras del Departamento de Lengua Española y Literatura y con la colaboración de los profesores del Departamento de Música, varios alumnos y alumnas leerán distintos poemas, acercando a través de sus voces la mejor poesía a todos cuantos abran las puertas de sus aulas para disfrutar de la misma.
Por otro lado, la próxima semana se celebra La semana solidaria en el IES Aljada. Aprovechamos esta circunstancia para que el Tercer Día Lector se realice durante la misma, concretamente el próximo martes, 24 de abril, a tercera hora, y tenga como tema los valores humanos como la solidaridad o la justicia, que tan presentes están en la literatura de todos los tiempos y culturas.
Como anticipo a estas jornadas literarias, publicamos algunos textos relacionados con la literatura y los libros o con la solidaridad y la justicia.
Por otro lado, la próxima semana se celebra La semana solidaria en el IES Aljada. Aprovechamos esta circunstancia para que el Tercer Día Lector se realice durante la misma, concretamente el próximo martes, 24 de abril, a tercera hora, y tenga como tema los valores humanos como la solidaridad o la justicia, que tan presentes están en la literatura de todos los tiempos y culturas.
Como anticipo a estas jornadas literarias, publicamos algunos textos relacionados con la literatura y los libros o con la solidaridad y la justicia.
¡Felices lecturas!
Al fin de la batalla,
y muerto el combatiente, vino hacia él un hombre
y le dijo: «¡No mueras, te amo tanto!»
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.
Se le acercaron dos y repitiéronle:
«¡No nos dejes! ¡Valor! ¡Vuelve a la vida!»
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.
Acudieron a él veinte, cien, mil, quinientos mil,
clamando «¡Tanto amor y no poder nada contra la muerte!»
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.
Le rodearon millones de individuos,
con un ruego común: «¡Quédate hermano!»
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.
Entonces todos los hombres de la tierra
le rodearon; les vio el cadáver triste, emocionado;
incorporóse lentamente,
abrazó al primer hombre; echóse a andar...
y muerto el combatiente, vino hacia él un hombre
y le dijo: «¡No mueras, te amo tanto!»
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.
Se le acercaron dos y repitiéronle:
«¡No nos dejes! ¡Valor! ¡Vuelve a la vida!»
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.
Acudieron a él veinte, cien, mil, quinientos mil,
clamando «¡Tanto amor y no poder nada contra la muerte!»
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.
Le rodearon millones de individuos,
con un ruego común: «¡Quédate hermano!»
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.
Entonces todos los hombres de la tierra
le rodearon; les vio el cadáver triste, emocionado;
incorporóse lentamente,
abrazó al primer hombre; echóse a andar...
De vosotros,
los jóvenes,
espero
no menos cosas grandes que las que realizaron
vuestros antepasados.
Os entrego
una herencia grandiosa:
sostenedla.
Amparad ese río
de sangre,
sujetad con segura
mano
el tronco de caballos
viejísimos,
pero aún poderosos,
que arrastran con pujanza
el fardo de los siglos
pasados.
los jóvenes,
espero
no menos cosas grandes que las que realizaron
vuestros antepasados.
Os entrego
una herencia grandiosa:
sostenedla.
Amparad ese río
de sangre,
sujetad con segura
mano
el tronco de caballos
viejísimos,
pero aún poderosos,
que arrastran con pujanza
el fardo de los siglos
pasados.
Nosotros somos estos
que aquí estamos reunidos,
y los demás no importan.
que aquí estamos reunidos,
y los demás no importan.
Tú, Piedra,
hijo de Pedro, nieto
de Piedra
y biznieto de Pedro,
esfuérzate
para ser siempre piedra mientras vivas,
para ser Pedro Petrificado Piedra Blanca,
para no tolerar el movimiento
para asfixiar en moldes apretados
todo lo que respira o que palpita.
hijo de Pedro, nieto
de Piedra
y biznieto de Pedro,
esfuérzate
para ser siempre piedra mientras vivas,
para ser Pedro Petrificado Piedra Blanca,
para no tolerar el movimiento
para asfixiar en moldes apretados
todo lo que respira o que palpita.
A ti,
mi leal amigo,
compañero de armas,
escudero,
sostén de nuestra gloria,
joven alférez de mis escuadrones
de arcángeles vestidos de aceituna,
sé que no es necesario amonestarte:
con seguir siendo fuego y hierro,
basta.
Fuego para quemar lo que florece.
Hierro para aplastar lo que se alza.
mi leal amigo,
compañero de armas,
escudero,
sostén de nuestra gloria,
joven alférez de mis escuadrones
de arcángeles vestidos de aceituna,
sé que no es necesario amonestarte:
con seguir siendo fuego y hierro,
basta.
Fuego para quemar lo que florece.
Hierro para aplastar lo que se alza.
Y finalmente,
tú, dueño
del oro y de la tierra
poderoso impulsor de nuestra vida,
no nos faltes jamás.
Sé generoso
con aquellos a los que necesitas pero guarda,
expulsa de tu reino,
mantenlos más allá de tus fronteras,
déjalos que se mueran,
si es preciso,
a los que sueñan,
a los que no buscan
más que luz y verdad,
a los que deberían ser humildes
y a veces no lo son, así es la vida.
Si alguno de vosotros
pensase
yo le diría: no pienses.
tú, dueño
del oro y de la tierra
poderoso impulsor de nuestra vida,
no nos faltes jamás.
Sé generoso
con aquellos a los que necesitas pero guarda,
expulsa de tu reino,
mantenlos más allá de tus fronteras,
déjalos que se mueran,
si es preciso,
a los que sueñan,
a los que no buscan
más que luz y verdad,
a los que deberían ser humildes
y a veces no lo son, así es la vida.
Si alguno de vosotros
pensase
yo le diría: no pienses.
Pero
no es necesario.
Seguid así,
hijos míos,
y yo os prometo
paz y patria feliz,
orden,
silencio.
hijos míos,
y yo os prometo
paz y patria feliz,
orden,
silencio.
ÁNGEL
GONZÁLEZ (1925-2008)
Los Nadies (Eduardo Galeano
y sueñan los nadiescon salir
de pobres,
que algún mágico día llueva de
pronto la buena suerte,
que llueva a cántaros la buena
suerte;
pero la buena suerte no llueve
ayer,
ni hoy, ni mañana, ni nunca,
ni en lloviznita cae del cielo
la buena suerte,
por mucho que los nadies la
llamen
y aunque les pique la mano
izquierda,
o se levanten con el pie
derecho,
o empiecen el año cambiando de
escoba.
Los nadies: los hijos de nadie, los dueños de nada.
Los nadies: los ningunos, los ninguneados, corriendo la liebre,
Los nadies: los hijos de nadie, los dueños de nada.
Los nadies: los ningunos, los ninguneados, corriendo la liebre,
muriendo la vida, jodidos,
rejodidos.
Que no son, aunque sean.
Que no hablan idiomas, sino dialectos.
Que no profesan religiones, sino supersticiones.
Que no hacen arte, sino artesanía.
Que no practican cultura, sino folklore.
Que no son seres humanos, sino recursos humanos.
Que no tienen cara, sino brazos.
Que no tienen nombre, sino número.
Que no figuran en la historia universal, sino en la crónica roja de la prensa local.
Los nadies, que cuestan menos que la bala que los mata.
Que no son, aunque sean.
Que no hablan idiomas, sino dialectos.
Que no profesan religiones, sino supersticiones.
Que no hacen arte, sino artesanía.
Que no practican cultura, sino folklore.
Que no son seres humanos, sino recursos humanos.
Que no tienen cara, sino brazos.
Que no tienen nombre, sino número.
Que no figuran en la historia universal, sino en la crónica roja de la prensa local.
Los nadies, que cuestan menos que la bala que los mata.
FRASES SOBRE
LA JUSTICIA y LA INJUSTICA.
“La injusticia es humana. Pero más humana es la
lucha contra la injusticia” (Bertolt Brecht).
“La maldad es algo que las circunstancias, el
entorno o la educación inculcan a los hombres: no es innata” (Nelson Mandela).
“La vida es muy peligrosa. No por las personas
que hacen el mal, sino por las que se sientan a ver lo que pasa.” (Albert
Einstein).
“Cuando hagas algo noble y hermoso y nadie se
dé cuenta, no estés triste. El amanecer es un espectáculo hermoso y, sin
embargo, la mayor parte de la audiencia duerme todavía” (John Lennon).
“Si queremos un mundo de paz y de justicia hay
que poner decididamente la inteligencia al servicio del amor” (Antoine de
Saint-Exupery).
“Uno no puede ponerse del lado de quienes hacen
la historia, sino al servicio de quienes la padecen” (Albert Camus).
“Me decían que eran necesarios unos muertos
para llegar a un mundo donde no se mataría…” (Albert Camus).
Soy tan pobre tan pobre,
que no tengo ni madre.
Soy tan pobre tan pobre,
que no tengo ni nadie.
que no tengo ni madre.
Soy tan pobre tan pobre,
que no tengo ni nadie.
Que no tengo ni abrigo
que llevarme a los hombros.
No tengo ni belleza
que llevarme a los hombres.
que llevarme a los hombros.
No tengo ni belleza
que llevarme a los hombres.
Soy tan pobre tan pobre,
que no tengo ni labios
que llevarme a la boca.
¿Tenéis una mirada de ternura?
que no tengo ni labios
que llevarme a la boca.
¿Tenéis una mirada de ternura?
¿Os sobra algo de vino en la copa?
¡Un poquito de pez,
que tengo hambre!
¡Un poquito de pez,
que tengo hambre!
Aunque sólo sea una mirada,
soy tan pobre, tan pobre,
que no tengo una sábana blanca...
pero si no la tengo no te vayas.
soy tan pobre, tan pobre,
que no tengo una sábana blanca...
pero si no la tengo no te vayas.
No tengo un hombro donde llorar a gusto.
No tengo un hombre donde zurcir palabras.
No tengo un hombre donde zurcir palabras.
Unas manos, por caridad,
para las mías largas,
que tengo a mi corazón enfermo
y no tengo que darle una cucharada.
para las mías largas,
que tengo a mi corazón enfermo
y no tengo que darle una cucharada.
Gloria Fuertes (1917- 1998)
Las desiertas
abarcas
Por el cinco de enero,
cada enero ponía
mi calzado cabrero
a la ventana fría.
Y encontraba los días
que derriban las puertas,
mis abarcas vacías,
mis abarcas desiertas.
Nunca tuve zapatos,
ni trajes, ni palabras:
siempre tuve regatos,
siempre penas y cabras.
Me vistió la pobreza,
me lamió el cuerpo el río
y del pie a la cabeza
pasto fui del rocío.
Por el cinco de enero,
para el seis, yo quería
que fuera el mundo entero
una juguetería.
Y al andar la alborada
removiendo las huertas,
mis abarcas sin nada,
mis abarcas desiertas.
Ningún rey coronado
tuvo pie, tuvo gana
para ver el calzado
de mi pobre ventana.
Toda gente de trono,
toda gente de botas
se rio con encono
de mis abarcas rotas.
Rabié de llanto, hasta
cubrir de sal mi piel,
por un mundo de pasta
y unos hombres de miel.
Por el cinco de enero
de la majada mía
mi calzado cabrero
a la escarcha salía.
Y hacia el seis, mis miradas
hallaban en sus puertas
mis abarcas heladas,
mis abarcas desiertas.
Miguel Hernández (1919-1942)
Carne de yugo, ha nacido
más humillado que bello,
con el cuello perseguido
por el yugo para el cuello.
Nace, como la herramienta,
a los golpes destinado,
de una tierra descontenta
y un insatisfecho arado.
Entre estiércol puro y vivo
de vacas, trae a la vida
un alma color de olivo
vieja ya y encallecida.
Empieza a vivir, y empieza
a morir de punta a punta
levantando la corteza
de su madre con la yunta.
Empieza a sentir, y siente
la vida como una guerra
y a dar fatigosamente
en los huesos de la tierra.
Contar sus años no sabe,
y ya sabe que el sudor
es una corona grave
de sal para el labrador.
Trabaja, y mientras trabaja
masculinamente serio,
se unge de lluvia y se alhaja
de carne de cementerio.
A fuerza de golpes, fuerte,
y a fuerza de sol, bruñido,
con una ambición de muerte
despedaza un pan reñido.
más humillado que bello,
con el cuello perseguido
por el yugo para el cuello.
Nace, como la herramienta,
a los golpes destinado,
de una tierra descontenta
y un insatisfecho arado.
Entre estiércol puro y vivo
de vacas, trae a la vida
un alma color de olivo
vieja ya y encallecida.
Empieza a vivir, y empieza
a morir de punta a punta
levantando la corteza
de su madre con la yunta.
Empieza a sentir, y siente
la vida como una guerra
y a dar fatigosamente
en los huesos de la tierra.
Contar sus años no sabe,
y ya sabe que el sudor
es una corona grave
de sal para el labrador.
Trabaja, y mientras trabaja
masculinamente serio,
se unge de lluvia y se alhaja
de carne de cementerio.
A fuerza de golpes, fuerte,
y a fuerza de sol, bruñido,
con una ambición de muerte
despedaza un pan reñido.
Cada nuevo
día es
más raíz, menos criatura,
que escucha bajo sus pies
la voz de la sepultura.
Y como raíz se hunde
en la tierra lentamente
para que la tierra inunde
de paz y panes su frente.
más raíz, menos criatura,
que escucha bajo sus pies
la voz de la sepultura.
Y como raíz se hunde
en la tierra lentamente
para que la tierra inunde
de paz y panes su frente.
Me duele
este niño hambriento
como una grandiosa espina,
y su vivir ceniciento
revuelve mi alma de encina.
Lo veo arar los rastrojos,
y devorar un mendrugo,
y declarar con los ojos
que por qué es carne de yugo.
Me da su arado en el pecho,
y su vida en la garganta,
y sufro viendo el barbecho
tan grande bajo su planta.
¿Quién salvará a este chiquillo
menor que un grano de avena?
¿De dónde saldrá el martillo
verdugo de esta cadena?
Que salga del corazón
de los hombres jornaleros,
que antes de ser hombres son
y han sido niños yunteros.
como una grandiosa espina,
y su vivir ceniciento
revuelve mi alma de encina.
Lo veo arar los rastrojos,
y devorar un mendrugo,
y declarar con los ojos
que por qué es carne de yugo.
Me da su arado en el pecho,
y su vida en la garganta,
y sufro viendo el barbecho
tan grande bajo su planta.
¿Quién salvará a este chiquillo
menor que un grano de avena?
¿De dónde saldrá el martillo
verdugo de esta cadena?
Que salga del corazón
de los hombres jornaleros,
que antes de ser hombres son
y han sido niños yunteros.
Miguel Hernández (1919-1942)
Somos los hombres intranquilos
en sociedad.
Ganamos, gozamos, volamos.
¡Qué malestar!
El mañana asoma entre nubes
de un cielo turbio
con alas de arcángeles-átomos
como un anuncio.
Estuvimos siempre a la merced
de una cruzada.
Por nuestras venas corre sangre
de catarata.
Así vivimos sin saber
si el aire es nuestro.
Quizá muramos en la calle,
quizá en el lecho.
Somos entre tanto felices.
Seven o'clock.
Todos es bar y delicia oscura.
¡Televisión!
en sociedad.
Ganamos, gozamos, volamos.
¡Qué malestar!
El mañana asoma entre nubes
de un cielo turbio
con alas de arcángeles-átomos
como un anuncio.
Estuvimos siempre a la merced
de una cruzada.
Por nuestras venas corre sangre
de catarata.
Así vivimos sin saber
si el aire es nuestro.
Quizá muramos en la calle,
quizá en el lecho.
Somos entre tanto felices.
Seven o'clock.
Todos es bar y delicia oscura.
¡Televisión!
Jorge Guillén. Clamor: Maremágnum (1957).
Isabel Allende
Belisa Crepusculario había nacido en una familia tan
mísera, que ni siquiera poseía nombres para llamar a sus hijos.
Hasta que
cumplió doce años no tuvo otra ocupación ni virtud que sobrevivir al hambre y
la fatiga de siglos. Durante una interminable sequía le tocó enterrar a
cuatro hermanos menores y cuando comprendió que llegaba su turno, decidió echar
a andar por las llanuras en dirección al mar, a ver si en el viaje lograba
burlar a la muerte.
Belisa Crepusculario salvó la vida y además descubrió por casualidad la
escritura. Al llegar a una aldea de las
proximidades de la costa, el viento colocó a sus pies una hoja de periódico. Ella tomó aquel papel amarillo y quebradizo
y estuvo largo rato observándolo sin adivinar su uso, hasta que la curiosidad
pudo más que su timidez. Se acercó a un hombre que lavaba un caballo en el
mismo charco turbio donde ella saciara su sed.
-¿Qué es
esto?- preguntó.
-La página
deportiva del periódico-replicó el hombre sin dar muestras de asombro ante su
ignorancia.
La respuesta
dejó atónita a la muchacha, pero no quiso parecer descarada y se limitó a
inquirir el significado de las patitas de mosca dibujadas sobre el papel.
-Son palabras, niña.
ORDESA
Hay libros domesticados que te dan
siempre la razón, incluso cuando no la tienes. Y libros de perrera, pobres como
chuchos sin dueño, la mayoría cubiertos por las pulgas del papel, que se llaman
lepismas y también pececillos de plata, y que se comen las metáforas de las
novelas del mismo modo que los piojos chupan la sangre a los perros callejeros.
Hay tantas clases de libros como de perros. Perros y libros de todos los
tamaños encuadernados en esto o en lo otro, impresos en esta familia
tipográfica o en esta otra, ilustrados y sin lustre, de raza o vagabundos. Hay
libros que vienen cuando silbas y te agasajan con la furia con la que el perro
contonea el cuerpo cuando te ve llegar. Hay libros caniches y libros grandes,
de razas oscuras, que se comen a los hijos de las visitas mientras los adultos
toman café en el salón.
Y luego están los libros de criadero,
que se atiborran de piensos compuestos y hacen menos ejercicio que un rodaballo
en una piscifactoría. Los libros de piscifactoría, construidos a partir de
lugares comunes, proporcionan al lector un número de calorías insuficiente,
además de cantidades ridículas de ácidos grasos tipo Omega 3. A veces no se los
distingue de los que nacen en el mar porque hemos perdido el gusto y confundimos
la escritura con la caligrafía. Pero donde haya un buen libro de pincho, que se
quiten los de serie.
Todo esto era para decir que, además de
los mencionados, hay libros salvajes, como la lubina del Cantábrico, pura plata
brillando al sol, que te duele cuando la pescas. Libros que lees boqueando,
como si acabaran de sacarte de la atmósfera, o que te arrastran a las profundidades
del océano. Libros como Ordesa, de
Manuel Vilas, al que Dios confunda por rompernos el alma.
Juan José Millás
Juan José Millás
“EL LIBRO: MÁS QUE MATERIA”.
Octavio Paz
perdió su biblioteca en un incendio acontecido dos años antes de su muerte.
Oscar Wilde fue despojado de la suya -tenía volúmenes firmados por Verlaine,
Mallarmé, Víctor Hugo, etc.- cuando fue recluido en la cárcel de Reading.
Stefan Zweig perdió toda su biblioteca al huir para Brasil. No puedo concebir
tormento mayor para un escritor. Solo un residente de la “República de las
Letras” puede comprender la magnitud de tal pérdida, la intensidad del dolor
que genera en el alma de aquellos para quienes los libros son seres vivientes,
una especie de gran familia. Paz, Wilde y Zweig murieron poco después de que
sus bibliotecas se quemaran o dispersaran. A su modo, los tres se suicidaron.
Como
los seres inteligentes que son, los libros dialogan. Los hay que son locuaces,
parlanchines; otros son más parcos, más económicos de palabras. Leer es siempre
dialogar con un autor que quizás tenga quinientos años de muerto. Es cuestión
de aguzar los oídos y percibiremos su voz que nos responde desde el fondo de
los siglos.
El libro es una
victoria sobre el tiempo y el espacio. Su poder es tal que convierte a ambos en
mera ilusión. Mi vida está llena de amigos entrañables que vivieron hace
siglos, en lugares inimaginablemente distantes.
Jacques
Sagot. Pianista, escritor y diplomático costarricense.
La función del lector (1).
Cuando Lucía Peláez era muy niña, leyó una novela a escondidas.
La leyó a pedacitos, noche tras noche, ocultándola bajo la almohada. Ella la
había robado de la biblioteca de cedro donde el tío guardaba sus libros
preferidos.
Mucho caminó Lucía, después, mientras pasaban los años.
En busca de fantasmas caminó por los farallones sobre el
río Antioquia, y en busca de gente caminó por las calles de las ciudades
violentas.
Mucho caminó Lucía, y a lo largo de su viaje iba siempre
acompañada por los ecos de los ecos de aquellas lejanas voces que ella había
escuchado, con sus ojos, en la infancia.
Lucía no ha vuelto a leer ese libro. Ya no lo
reconocería. Tanto le ha crecido adentro que ahora es otro, ahora es suyo.
Eduardo Galeano. De El
libro de los abrazos
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